miércoles, 10 de julio de 2013

Movimientos Sociales del Sur.

El enfrentamiento de los pueblos de América contra los tratados de libre comercio y la Globalización Neoliberal. Acierto o error?
Los movimientos y organizaciones sociales que se han enfrentado al libre comercio y a la globalización neoliberal en el Cono Sur se encuentran ante el desafío que les impone el escenario de la integración regional.

Más que en ninguna otra región del continente americano, y de América Latina en particular, los movimientos y organizaciones sociales que históricamente se han enfrentado al libre comercio y a la globalización neoliberal en el Cono Sur se encuentran ante el desafío que les impone el complejo escenario de la integración regional. Aún a riesgo de ser esquemático, considero que son el ALBA, el Mercosur y la UNASUR los tres procesos que interpelan de forma directa la acción de los actores sociales de esta parte del continente.
 
La geografía laberíntica que presenta la superposición –pero no la contradicción– de los procesos genera situaciones inéditas: ninguno de los países del Mercosur forma parte del ALBA; sin embargo, el movimiento social que viene impulsando la mayor movilización social a favor de este proceso, el Movimiento dos Trabalhadores Sem Terra (MST), procede justamente de Brasil. 

A su vez, Venezuela, el motor del ALBA, aún aguarda la decisión de los senadores paraguayos y brasileños para tornarse miembro pleno del Mercosur. La UNASUR, una idea que impulsó el presidente conservador Fernando Enrique Cardoso de Brasil, fue luego abrazada como propia por el presidente Lula y por su asesor dilecto Marco Aurélio García y, finalmente, por el Gobierno de Evo Morales, la expresión más cabal del cambio político en la región. Por fin, pese a no identificarse con el ALBA, en países como Argentina (que recibió un salvataje millonario de Venezuela), Brasil (que comparte, por ejemplo iniciativas energéticas como el proyecto de la refinería Abreu e Lima en el estado de Pernambuco) o Paraguay y Uruguay, se producen iniciativas binacionales con Venezuela que perfectamente podrían caer bajo la denominación “ALBA-TCP”
 
A pesar de ello, ninguno de los Gobiernos del Mercosur habla del ALBA ni ha dado muestras de querer sumarse al bloque, aunque tal acción no sería incompatible con la normativa del Mercosur ni del ALBA. Los conflictos se producen al interior de los bloques y no como dinámica competitiva entre ellos.

Desde la visión de los movimientos sociales, este enmarañado cuadro se completa con el fin de las negociaciones del Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA) en la Cumbre de las Américas de Mar del Plata (noviembre de 2005), que significó el fin de la lucha contra lo que se identificaba como la encarnación de las ansias imperialistas de los Estados Unidos en América Latina y el Caribe. 

Muerto el ALCA, los movimientos sociales de la región se volvieron, en lo que consideraron un viraje lógico, hacia los escenarios y las iniciativas de integración regional. Mientras en otras regiones la resistencia al libre comercio continuó de forma muy activa contra los tratados de libre comercio con los Estados Unidos y contra los acuerdos de asociación con Europa, en el Mercosur la amenaza del libre comercio se restringió a una cada vez más lánguida negociación de la Ronda de Doha en la OMC.

UNASUR y movimientos
La relación entre la UNASUR y los movimientos sociales se vio estimulada por dos dinámicas. Por un lado, la UNASUR se presentaba como la iniciativa de integración regional más amplia en términos de extensión geográfica y de número de países, así como de cantidad de “nuevos Gobiernos”. Esta extensión favorecía una dinámica también más abarcadora para la articulación de los movimientos sociales y el hecho de que en 2006 aún fuera una “cáscara vacía” lo hacía también atractivo, pues se estimaba que, junto con el grupo de presidentes próximos al ideario –u origen– de los movimientos, existirían muchas posibilidades para proponer y participar. Por otro lado, la asunción de la Secretaría de UNASUR por parte de Bolivia y el impulso que el Gobierno de Evo Morales le quiso dar a este proceso en medio de la crisis de la Comunidad Andina de Naciones (CAN), llevaron a una aproximación fuerte con quien otrora fueran sus compañeros de lucha a escala continental. 

Esta cercanía se expresó muy claramente en la Cumbre Social por la Integración de los Pueblos celebrada en Cochabamba, en diciembre de 2006, como actividad simultánea a la Cumbre de Presidentes de la UNASUR.

Esto generó una relación estrecha entre movimientos y organizaciones sociales y el proceso de la UNASUR. En este contexto, también se discutió originalmente la idea del Banco del Sur, que también fue transformada en objeto de lucha por parte de las organizaciones sociales de la región, así como, por la negativa, la necesidad de interactuar con una instancia que heredaba de la etapa anterior la iniciativa de la Integración de la Infraestructura Regional Suramericana (IIRSA) para denunciar y presionar de forma más eficiente sobre este plan pergeñado a espaladas de los pueblos del América del Sur y con el fin último de proveer energía, caminos y comunicaciones a un modelo de desarrollo que, tal como vemos en estos días de crisis global, se demuestra impropio para traer justicia social y ambiental a nuestros pueblos. 

La UNASUR siguió siendo vista como un proceso con potencial de cambio al que los actores sociales acompañaban. La Cumbre Energética en Isla Margarita (17 de abril de 2007) fue motivo para consolidar una posición de las organizaciones en esta materia. La declaración oficial ya dejaba entrever el debate petróleo-etanol y fuentes renovables de energía, así como una velada puja de las estatales venezolana y brasileña, pero su texto mantuvo un espíritu progresista, ratificando el papel de las empresas nacionales en el contexto de la por entonces aún reciente nacionalización de los hidrocarburos en Bolivia. Durante la Secretaría boliviana de la UNASUR, se mantuvo esa impronta e incluso se realizaron consultas con organizaciones sociales a fin de discutir los mecanismos de participación que podría adoptar la institucionalidad que sería creada con el tratado que por entonces estaba en construcción. 

En mayo de 2008, se firma el tratado que constituye la UNASUR con estatus de bloque de países a escala internacional y con un perfil cuyo foco se distancia de lo estrictamente económico para “construir, de manera participativa y consensuada, un espacio de integración y unión en lo cultural, social, económico y político entre sus pueblos, otorgando prioridad al diálogo político, las políticas sociales, la educación, la energía, la infraestructura, el financiamiento y el medio ambiente, entre otros, con miras a eliminar la desigualdad socioeconómica, lograr la inclusión social y la participación ciudadana, fortalecer la democracia y reducir las asimetrías en el marco del fortalecimiento de la soberanía e independencia de los Estados” (Tratado Constitutivo de la Unión de Naciones Sudamericana, 6 de mayo de 2008). 

Sin embargo, el ímpetu de la firma del tratado se vio opacado por la salida de la Secretaría de Bolivia hacia Chile en medio de una disputa áspera que incluyó vetos explícitos de unos países a otros para la designación del secretario del bloque. Esta sensación sólo sería interrumpida por el excelente papel que desempeñó la UNASUR en cortar la escalada de sabotajes e intentos golpistas al Gobierno Evo Morales, así como en el proceso posterior de investigación de la masacre perpetrada por grupos armados comandados por el prefecto de Pando. Finalmente, el Consejo de Defensa Sudamericana (CDS, como ya es llamado por los ministros de Defensa de la región), que funciona como una instancia de coordinación de los ministros de Defensa del bloque, aprobó un plan de acción que “prevé la adopción de una doctrina política común, el inventario de la actual capacidad militar de todos y el monitoreo de los gastos del sector” y que podría transformarse en una “alianza militar defensiva regional”, lo que dificultaría, o por lo menos ejercería un contrapeso, a la actuación militar estadounidense en la región.

Mercosur y movimientos
Una parte significativa de los movimientos sociales del Cono Sur buscaron, tras el fin de la lucha contra el ALCA, construir un “sujeto social” regional que orientase su actuación a los problemas más acuciantes, a escala regional y a escala de cada país en relación a la región o a alguno de sus países miembros. En este sentido, en julio de 2006 se inicia en Córdoba un proceso semestral de Cumbre de los Pueblos del Sur –que sólo se interrumpiría en diciembre de 2006, pues por entonces se realizaba la Cumbre de Cochabamba– que hasta la fecha cuenta con la realización de cumbres en Córdoba, Asunción, Montevideo, Posadas/Tucumán y Salvador de Bahía.

Sin embargo, más allá de la generación de esta dinámica de Cumbres, han existido dificultades para coordinar acciones/campañas conjuntas sobre temas específicos. 

Estas dificultades se derivan del hecho de que las dinámicas nacionales siguen siendo aún muy fuertes, ya que el movimiento aún identifica la lucha prioritaria como una que se define en el ámbito nacional y, en ese sentido, problemas con una eminente configuración regional (energía, agua, medio ambiente, modelo agropecuario, mecanismos financieros e incluso comercio), aparecen aún tratados prioritariamente con estrategias nacionales. El hecho de que existan redes y actores sociales fuertes en relación a alguno de estos temas no ha bastado para desencadenar campañas de carácter regional, o bien éstas no superado la instancia de las declaraciones conjuntas y enfrentan dificultades en la aplicación concreta. 

Recién en los últimos tiempos, y después de varias tentativas, se comienza a articular un movimiento que, a partir de las demandas paraguayas sobre la represa hidroeléctrica de Itaipú, propone regionalizar la lucha iniciada por la Coordinación Nacional por la Soberanía y la Integración Energética (CNSIE) desde el Paraguay.
 
Esta experiencia, en caso de que resulte exitosa, podrá abrir la puerta a nuevas acciones que tengan como blanco a los Gobiernos de la región y que busquen un debate a favor de un destino progresista para el bloque.

Este último punto es clave para entender el debate enunciado al comienzo de estas notas, y con las cuales podemos entrar en la relación de los movimientos sociales de la región del Cono Sur y el ALBA. Durante muchos años, el Mercosur fue o ignorado estratégicamente por los movimientos y organizaciones sociales que de forma conjunta se opusieron al libre comercio en la región, o bien caracterizado como una expresión más del proyecto neoliberal contra la que había que luchar. Sólo el movimiento sindical participó del debate público y las instancias formales de interlocución desde los albores de la institucionalización del Mercosur. 

Ahora, con el fin del ALCA, y en medio de lo que se caracterizó como una coyuntura política distinta, este espacio más amplio y heterogéneo de movimientos realiza un viraje hacia el debate de la integración regional.
Este viraje –que no fue fácil, pues aún está en construcción en términos de marco político para la acción– encontró en expresiones tales como “integración de los pueblos” o “integración popular” una formulación para expresar esta nueva voluntad política en la coyuntura de cambio y oportunidad que se abría con los nuevos Gobiernos conectados por su origen o sus opciones a la lucha popular. Sin embargo, en lo táctico, implicó la opción de unos por impulsar el proceso del ALBA que funciona como faro de las ideas de cambio en materia de integración popular y cuya promoción tiene por objetivo alterar la correlación de fuerzas tanto en el plano de la hegemonía, como en el de los hechos, para torcer el rumbo de los procesos de integración regional –los demás– hacia un horizonte ‘albeano’
 
La segunda opción táctica recoge la trayectoria del movimiento sindical en relación a su intervención en el debate público sobre el Mercosur, así como la experiencia acumulada en el debate técnico y político de la negociación de los acuerdos de libre comercio y decide entablar también el debate con el proceso oficial de la negociación del Mercosur. Desde una perspectiva política muy próxima que reconoce la importancia del ALBA como la experiencia de lo nuevo, y la necesidad táctica de discutir el sentido de la integración en procesos reales como el Mercosur. 

ALBA y movimientos de los países extra ALBA
La separación táctica descrita arriba opera fundamentalmente en Brasil; una separación que permite la discusión programática acerca de la “integración popular” o “integración de los pueblos” en el plano de la construcción contrahegemónica, pero que impide la acción conjunta en el escenario Mercosur. Y, sin embargo, y a pesar de su carácter extrarregional, convergen en la interlocución hacia el proceso ALBA.(6) El impulso que ha tomado la iniciativa del MST en torno al ALBA es, sin duda, un elemento que dinamizará el debate sobre los contenidos concretos de la integración de los pueblos o popular y debe dialogar con el esfuerzo que muchas organizaciones han venido realizando a partir de la Cumbre de Cochabamba en el marco de la Alianza Social Continental. 

Por otro lado, es necesario afinar el proceso de diálogo oficial de los movimientos sociales con el proceso ALBA. Aquí se ha logrado realizar encuentros y actos públicos en ocasiones esporádicas, que generalmente coinciden con Cumbres de Presidentes o Foros Sociales, y que han sido útiles para estrechar el vínculo, aunque poco eficientes para tratar los temas en profundidad. Esta es una cuestión que queda pendiente en la perspectiva de ampliación de iniciativas y proyectos del ALBA en una dimensión de la complementariedad no convencional en la que se pueden establecer acuerdos de cooperación entre movimientos sociales de un país con Gobiernos de otros.

Notas finales
La proliferación de iniciativas comunes entre los Gobiernos de la región –salvo aquellos que de forma activa y militante pregonan soluciones neoliberales y conservadoras evidentemente pasadas de moda– en un marco de compatibilidad y, hasta podríamos decir, de cierta armonía nos alienta a pensar que la profundización de la integración con un sentido progresista por parte de los Gobiernos podría ser posible. 

Sin embargo, las diferencias en estilo de liderazgos y la persistencia de ciertos nacionalismos soberanistas van seguir siendo obstáculos para una integración profunda incluso en este contexto de proliferación de Gobiernos distintos de aquellos que mostraban un alineamiento incondicional a las políticas de Washington. En este contexto, la convergencia estratégica y la complementariedad táctica de los movimientos y organizaciones sociales en torno a la integración es urgente y está llamada a cumplir un papel central en este debate y en la lucha política hacia la integración de los pueblos del Sur.
 http://www.tni.org/es/article/movimientos-sociales-del-sur-alba-mercosur-y-unasur

@domingorivas

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